Este divorcio entre electores y elegidos ha tratado de ser resuelto de diversas maneras, que pueden resumirse en dos formas, uninominal o por listas. En el primer caso, se elige a una persona por nombre y apellido, es decir, el elector sabe quien es el individuo, sus ideas y sus promesas y por ello le otorga el voto. En el segundo caso, el elector elige un partido o grupo de electores, y a menos que se haya informado, no sabrá quien elegirá para representarlo; normalmente cuando se vota por listas se siguen las ideas del grupo por el que se vota (sí se es comunista, es natural que se vote por el partido comunista) o se sigue al líder de este grupo, sean por sus ideas o por su carisma (caso Berlusconi).
En el caso de las listas, la cosa es particularmente complicada porque la verdad es que no se sabe por quien estás votando, no sabes si la persona realmente defenderá tus intereses o más bien defenderá los intereses de la cúpula de su partido. Es más o menos lo que sucede en Italia actualmente: se vota por partidos como Forza Italia (Berlusconi) o el Partido Democrático (Prodi) y sólo se conoce el nombre de sus cabezas más visibles, no se sabe quienes son los otros parlamentarios que pertenecen a esos partidos. Y esta forma de elección la que ha causado ese divorcio entre la realidad italiana y sus políticos.
En Venezuela, ese divorcio entre políticos y pueblo comenzó a ser evidente durante el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, cuando nuestra clase política viendo en peligro sus privilegios, decidió que nos podíamos permitir un cierto grado de uninominalidad en nuestro sistema electoral, permitiendo que los miembros de los cuerpos legislativos (Congreso, Asambleas Legislativas y Consejos Municipales) fuesen seleccionados en un 50% por nombre y apellido, y el otro 50% mediante listas y cociente electoral. En mi opinión, esta medida fue llevada a cabo para que los electores se sintieran más identificados con estas personas, que en pasado no conocían, mientras que ciertos puestos eran reservados para la élite de los partidos.
En Estados Unidos, así como en Gran Bretaña, los miembros de los entes legislativos son elegidos en su totalidad por nombre y apellido, por consiguiente, éstos deben responder directamente a sus electores, quienes al elegirlo saben quién es y cuáles son sus ideas. Ergo, en teoría, deben mantenerse en contacto con sus electores para poder permanecer en la poltrona.
A pesar de este énfasis en el individuo a ser electo, el sistema uninominal puede convertirse en un sistema de listas cerradas de facto: se vota por una persona porque pertenece a cierto grupo no por sus cualidades individuales. Tal es el caso del voto castigo, como el que ocurrió en las elecciones legislativas estadounidenses en donde la gente votó mayoritariamente por los demócratas como protesta contra el gobierno Bush Jr. Otro ejemplo son las distintas elecciones bajo el sistema mixto que han ocurrido en Venezuela desde su implementación: la gente continuaba a votar por el partido, no por el individuo; o se veía el caso de gente que perdía el voto uninominal pero que llegaban al parlamente a través de las listas.
Aun así hay otras formas de transformar una elección por nombre y apellido en una elección por listas, como el caso de las elecciones para la Asamblea Constituyente que se efectuaron en Venezuela en 1999: todos los representantes fueron elegidos uninominalmente, pero que gracias a la popularidad que gozaban el presidente, éste sirvió de portaaviones, haciendo que la gente votara por fulano o mengano no porque sus nombres les dijeran algo, sino porque eran la gente de Chávez. Si a eso le agregamos el mecanismo usado para esta elección que permitió el uso de los llamados "kinos de Chávez" y la eliminación de los tradicionales circuitos electorales, se observó una victoria que le confirió al gobierno un control de más del 90% de la Asamblea Nacional (sólo hubieron 4 miembros de la Asamblea que no eran del gobierno). Y esto fue hecho eligiendo por nombre y apellido.
Como se puede observar, la uninominalidad es superior al sistema de listas cerradas aunque no garantiza per se una verdadera representación, dado que un líder carismático o un malestar con el gobierno, sea éste real o percibido, pueden hacer que un elector escoja una opción que no esté a favor de sus intereses, o que ponga intereses partidistas por encima de los suyos. Lamentablemente, el voto no es un acto racional, sino algo totalmente irracional, tal como se puede observar en el actual proceso pre-electoral de los Estados Unidos, en donde la imagen tiene más peso que las ideas.
A pesar de esto, sigo sosteniendo que el sistema uninominal siempre será mejor que el de listas por la sencilla razón que uno sabe por quien vota, pero es deber del elector informarse de las ideas de los candidatos, si sólo se vota porque fulano es buenmozo, mengana es la hija de tal o sutano es seguidor de (inserte nombre aquí), nos merecemos que nos gobiernen oligarquías incapaces y/o corruptas.
Política, elecciones, reflexiones
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