Para terminar mis aventuras en Eslovenia, sólo me queda la última parte: el retorno. Después de haber sido impactados con el nudismo, haraganeado en el hotel, y disfrutado de Ljubjana, nos quedaba retornar a casita. Lo que no sabíamos era que dicho retorno iba a ser la parte más traumática del viaje.
Ese día nos levantamos a las 6:00 AM porque nuestro tren salía a las 8:00 AM, y teníamos que pagar nuestra estadía. Afortunadamente, la recepción del hotel abría a las 7:00 AM. Puntuales, llegamos a las 7:00 y notificamos que nos íbamos y que queríamos pagar, cosa que ya habíamos querido hacer el día anterior pero la caja estaba cerrada. Una vez en el sitio, ¡la tarjeta de crédito no pasa!. La recepcionista repitió la aoperación con idénticos resultados: nada. Después nos pregunta: "¿tendrán otra tarjeta?". Nosotros dijimos que no, que esa era la única, pero que de todas maneraas probaríamos con el cajero de la esquina. Ya habíamos probado la tarjeta en el cajero y había funcionado perfectamente, tristemente, se cumplió la Ley de Murphy ("si algo puede salir mal, saldrá mal"): la tarjeta no pasó. Probamos con la tarjeta de débito, la cual si pasó pero sólo nos permitía pagar la mitad del precio del hotel. Nerviosos, apesadumbrados y todo eso, vamos a desayunar. Obviamente, no disfrutamos del desayuno...
Cuando regresamos a la recepción, la recepcionista nos dice que se comunicó con el banco y parece que era un problema por parte de ellos, y que ya fue solucionado. Pasamos la tarjeta, y... ¡MILAGRO!, ésta pasó y pudimos pagar lo que nos faltaba. Ni cortos ni perezosos regresamos a nuestra habitación, cogimos nuestros peroles y nos encaminamos a la estación de trenes. Con velocidad y maestría, nos acercamos a la taquilla, compramos los tickets y nos vamos a esperar la llegada del tren, confiados en que iba a llegar a tiempo, debido a que los otros trenes que habíamos tomado se habían caracterizado por ser extrapuntuales. Suficiente para confiar, ¿verdad?. ¡Error!, "si algo puede salir mal, saldrá mal": el tren vino con una hora y media de retraso. Afortunadamente, mi esposa estableción conversación con una señora y su nieta que por esas casualidades del destino hablaban ¡ITALIANO!: la señora era de la región fronteriza con Italia y la niña lo estaba estudiando en la escuela, lo cual nos permitió hablar con el controlador para ver que podíamos hacer. Tuvimos la hiper-suerte: el controlador habló con la gente en Ljubjana para que el tren que debíamos tomar para Italia fuese parado hasta que nosotros llegáramos. Yo, desconfiado, no me lo creía. Pero sí, con sólo 30 minutos de retardo llegamos a la estación de Ljubjana, cambiamos de tren y arrancamos a Venecia. Todo salió a pedir de boca.
Para finalizar, al momento de cruzar la frontera italiana, los policías eslovenos volvieron a mirarnos con extrañeza, lo que nos obligó a mostrarles, antes de que dijeran cualquier cosa, nuestros permisos de residencia ("permesso di soggiorno"), lo cual hizo que nos ignoraran, y siguieran con las otras personas. Como cosa curiosa unas españolas que estaban al lado de nosotros les pidieron que les sellaran sus pasaportes para así demostrar que habían estado ahí. Del lado italiano, misma táctica, aunque revisaron mejor el papel.
Y después de un susto y haber pasado unas 12 horas viajando, llegamos a Milán. ¡Hogar, dulce hogar!.
PD: Incluyo este pequeño video que tomé debajo del castillo de Ljubjana, justo en las bases. Muy interesante como convirtieron una gruta en una pequeña obra de arte.
Eslovenia, Vacaciones
Ese día nos levantamos a las 6:00 AM porque nuestro tren salía a las 8:00 AM, y teníamos que pagar nuestra estadía. Afortunadamente, la recepción del hotel abría a las 7:00 AM. Puntuales, llegamos a las 7:00 y notificamos que nos íbamos y que queríamos pagar, cosa que ya habíamos querido hacer el día anterior pero la caja estaba cerrada. Una vez en el sitio, ¡la tarjeta de crédito no pasa!. La recepcionista repitió la aoperación con idénticos resultados: nada. Después nos pregunta: "¿tendrán otra tarjeta?". Nosotros dijimos que no, que esa era la única, pero que de todas maneraas probaríamos con el cajero de la esquina. Ya habíamos probado la tarjeta en el cajero y había funcionado perfectamente, tristemente, se cumplió la Ley de Murphy ("si algo puede salir mal, saldrá mal"): la tarjeta no pasó. Probamos con la tarjeta de débito, la cual si pasó pero sólo nos permitía pagar la mitad del precio del hotel. Nerviosos, apesadumbrados y todo eso, vamos a desayunar. Obviamente, no disfrutamos del desayuno...
Cuando regresamos a la recepción, la recepcionista nos dice que se comunicó con el banco y parece que era un problema por parte de ellos, y que ya fue solucionado. Pasamos la tarjeta, y... ¡MILAGRO!, ésta pasó y pudimos pagar lo que nos faltaba. Ni cortos ni perezosos regresamos a nuestra habitación, cogimos nuestros peroles y nos encaminamos a la estación de trenes. Con velocidad y maestría, nos acercamos a la taquilla, compramos los tickets y nos vamos a esperar la llegada del tren, confiados en que iba a llegar a tiempo, debido a que los otros trenes que habíamos tomado se habían caracterizado por ser extrapuntuales. Suficiente para confiar, ¿verdad?. ¡Error!, "si algo puede salir mal, saldrá mal": el tren vino con una hora y media de retraso. Afortunadamente, mi esposa estableción conversación con una señora y su nieta que por esas casualidades del destino hablaban ¡ITALIANO!: la señora era de la región fronteriza con Italia y la niña lo estaba estudiando en la escuela, lo cual nos permitió hablar con el controlador para ver que podíamos hacer. Tuvimos la hiper-suerte: el controlador habló con la gente en Ljubjana para que el tren que debíamos tomar para Italia fuese parado hasta que nosotros llegáramos. Yo, desconfiado, no me lo creía. Pero sí, con sólo 30 minutos de retardo llegamos a la estación de Ljubjana, cambiamos de tren y arrancamos a Venecia. Todo salió a pedir de boca.
Para finalizar, al momento de cruzar la frontera italiana, los policías eslovenos volvieron a mirarnos con extrañeza, lo que nos obligó a mostrarles, antes de que dijeran cualquier cosa, nuestros permisos de residencia ("permesso di soggiorno"), lo cual hizo que nos ignoraran, y siguieran con las otras personas. Como cosa curiosa unas españolas que estaban al lado de nosotros les pidieron que les sellaran sus pasaportes para así demostrar que habían estado ahí. Del lado italiano, misma táctica, aunque revisaron mejor el papel.
Y después de un susto y haber pasado unas 12 horas viajando, llegamos a Milán. ¡Hogar, dulce hogar!.
PD: Incluyo este pequeño video que tomé debajo del castillo de Ljubjana, justo en las bases. Muy interesante como convirtieron una gruta en una pequeña obra de arte.
Eslovenia, Vacaciones
qué bueno! gracias por el relato de tu viaje, excitante y espectacular!
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