Italia, tierra de artistas y de la buena comida... Desde enero de este año estoy viviendo en estas tierras, específicamente en Milán, en una residencia estudiantil. No, no estoy estudiando, estoy aquí junto con mi mujer trabjando en una universidad como investigadores. La paga no es buena, si la ocmparamos con lo que puede ganar un profesional acá, pero gano mucho mejor que en cualquier cargo similar que pueda encontrar en Venezuela, a excepción de los relacionados con petróleo. Bueno, la vida no es tan mala como uno podría esperar, simepre y cuando se esté acá de forma legal, no me imagino los problemas que deben afrontar los ilegales. Lo primero que uno espera al llegar acá es que los italianos sean abiertos y receptivos con el inmigrante, dado su pasado migratorio, craso error: existe discriminación y cada día que pasa tratan de hacer más difícil la entrada de personas al país. Por supuesto, se escudan con el pretexto de que la situación económica está mal y que no hay puestos de trabajo, lo cual es relativo: un italiano puede conseguir trabajo en menos de un mes, y más si vive al norte, que es donde está el dinero. El problema es que los italianos no se sabían racistas hasta que empezaron a tener inmigrantes. Rápidamente descubrieron que sí lo son, aunque a muchos uno les dice que se es de Venezuela o de otro país latinoaméricano y siempre te dirán de un primo, tío, amigo o conocido que fue para allá, o incluso ellos mismos, lo cual hace mas absurdo el que sean racistas. Afortunadamente no son tantos los que lo expresan abiertamente, y son muchos más los que se dan cuenta que no todos los extracomunitarios son criminales, pero siempre se podrán ver grupos como los fascistas o similares (como la Liga del Norte), que desprecian a los que no son como ellos. Bueno, nada es perfecto, aunque hay algo que tengo acá y que es muy difícil tener en Venezuela: tranquilidad. En efecto, puedo salir a la calle sin el temor de ser asaltado o asesinado, o incluso me puedo dar el lujo de pasear de noche por el centro de la ciudad sin miedo. Creo que esto es lo más valioso de vivir aquí: saber que en estas tierras, mal que bien, estás mejor que en una convulsionada Caracas, a pesar de los problemas que uno puede encontrar.
K-2
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